Birdman, o la inesperada virtud de la ignorancia, así da gusto ir al cine.
domingo, 11 de enero de 2015
Por fín hemos llegado a esa época del año en la que las pantallas de nuestros cines se llenan de películas de las buenas, de las de calidad. Estamos en época de premios y, con los Globos de Oro, los Goya y los Oscar a la vuelta de la esquina, las productoras se esmeran en presentar sus mejores productos para nuestro deleite.
Qué fácil y gratificante es escribir una crítica cuando el material que se analiza es tan bueno. Y Birdman es realmente buena.
El director mexicano Alejandro González Iñarritu (Babel, 21 Gramos) nos presenta una genial historia, dividida entre la realidad y la alucinación casi a partes iguales, sobre un actor de cine venido a menos que intenta remontar el vuelo y demostrar su talento sobre las tablas de un teatro de Broadway.
El film resulta una velada (aunque no tanto) crítica a determinado sector cinematográfico, el mundo dominado por las redes sociales en el que vivimos y los críticos endiosados por el poder de sus palabras.
Iñarritu propone la genial historia con una puesta en escena poco común; casi la totalidad del metraje se presenta como un interminable falso plano secuencia, sin ningún tipo de cortes, donde la cámara viaja como un protagonista más de unas localizaciones a otras, ofreciendo planos imposibles cambiendo entre la realidad y la ficción sin esfuerzo aparente por parte del director. Sin embargo, este es también uno de sus puntos débiles pues, en determinados momentos, los movimientos de cámara pueden resultar molestos para los ojos del espectador. Aún así, un grandioso trabajo de fotografía y montaje que, posiblemente, le reporte al menos alguna nominación en los próximos Oscar.
Pero, por si esto no fuera suficiente, la verdadera fuerza de Birman o la inesperada virtud de la ignorancia está en los actores y sus interpretaciones, especialmente la de Michael Keaton y Emma Stone, que rozan la genialidad en muchos momentos de la cinta y consiguen dejarnos embobados con sus interpretaciones. El guión ayuda mucho con unos diálogos ingeniosos y ágiles y algún que otro monólogo que sirve para el lucimiento de los actores. Tampoco se quedan atrás Edward Norton y Naomi Watts que ofrecen los mejores papeles que se les han visto en los últimos tiempos.
Como punto negativo, además del ya mencionado problema puntual de algunos movimientos de la cámara, se puede mencionar que algunas escenas, de las que muestran las alucinaciones del protagonista, se alargan en exceso sin necesidad aparente.
En resumen, un film muy recomendable que no debéis perderos si queréis disfrutar del CINE con mayúsculas.
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